Un viaje a Egipto (I): Luxor



La vida da oportunidades inesperadas y sueños que parecían lejos de alcanzarse a veces se consiguen de la manera más extraordinaria. Para muchos, uno de estos sueños es viajar a Egipto, un país que nos resulta exótico, entre desiertos, palmeras y miles de imágenes cinematográficas, con una cultura milenaria, dioses mitad animal mitad humanos, faraones y faraonas, ciudades inmensas y cosmopolitas como El Cairo o poblaciones que todavía guardan su encanto ancestral. Egipto sorprende con ese Nilo que lo recorre de Sur a Norte y que se ramifica hacia la desembocadura del mar formando en su mapa la imagen de su flor nacional, la flor de loto.
Creo que cada viajero encuentra el viaje a su medida. Para mí, arqueóloga de formación e historiadora del arte, amante de la cultura árabe y fan total de Agatha Christie -tanto de ella misma como escritora, como de sus novelas, como de las películas basadas en sus historias- ha sido una experiencia maravillosa, a la que tengo que agradecer a mi amiga egiptóloga Zulema Barahona. Ella, su pareja Romain, también arqueólogo, su niño Paris, y al resto de amigos y compañeros. Mi destino fue Luxor durante tres semanas, la orilla oeste exactamente, mucho más rural -aún se puede ver como conviven personas con vacas, burros o gallinas en la misma casa, o como elaboran de forma artesana su pan cocido al sol cada semana. 



La orilla oeste -West Bank- es, en cuanto a turismo, mucho más alternativa que la orilla este -East Bank. Es también la zona donde se encuentran las tumbas de los Faraones: el Valle de los reyes, el de las Reinas, el de los constructores, el templo de Hapshetsut, los Colosos de Memnón, y tantas otras maravillas. Egipto sigue sacando a la luz tesoros enterrados, parece una cadena infinita, a la que se suman los nuevos museos que se incorporan a las visitas imprescindibles. El primer monumento que visité con mis amigos fue Medinet Habu, templo funerario del gran Ramsés III. Directamente entré en el mundo del Imperio Nuevo egipcio, un preludio fantástico de lo que iba a venir.
Llegando a Medinet Habu, con la montaña tebana alrededor

Llegué de madrugada porque el avión salió con retraso desde Madrid y también nos retrasamos en la escala en el aeropuerto del Cairo, comprar el visado fue caótico y muy estresante, creía que por primera vez en mi vida iba a perder un vuelo, hasta que me dí cuenta de que estábamos todos en las mismas circunstancias. El camino hacia el apartamento de la misión arqueológica no fue muy prometedor. Aún de noche, se hacía notable la suciedad y la pobreza. Luxor está dividida en dos por el gran Nilo, pero tiene sólo dos o tres puentes que conectan por carretera las dos orillas, por lo que hay que hacer un laberíntico recorrido en coche para ir de una parte a la otra. Por lo general, la gente cruza en barco, como si fuera un taxi. Cuando íbamos llegando mi conductor me hizo notar la otra orilla: el templo de Luxor iluminaba la noche. En ese momento fuñi consciente de donde estaba. La belleza de la arquitectura egipcia antigua, la Luna en lo alto del cielo, las barquitas atracadas en las márgenes del río... La cosa mejoraba y prometía. La primera noche fue extraña, con burros que parecían llorar lastimeros, cacareos de gallos y llamadas a la oración desde el alba. Cuando por fin visité el interior del templo de Luxor, a la caída de la tarde, me sentí abrumada por el espectáculo, la grandiosidad de esta cultura milenaria que ha resistido el tiempo, la belleza de su arquitectura y los colores de sus murales, la magnificiencia de sus divinidades... El corazón se me encogió de tanta emoción.




El templo de Luxor y el de Karnak se comunican por una larguísima avenida cuajada de esfinges que ha sido restaurada hace muy poco, son dos kilómetros entre un templo y el otro y cada año, en la ceremonia del Opep, una procesión transportada a los dioses de Luxor a Karnak. Karnak es gigantesco, hace falta llevar buen calzado y sombrero para resistir la jornada. A pesar de que haya turistas, la inmensidad de este templo hace posible visitar casi en soledad ciertas zonas. Una pequeña cafetería junto a una de las piscinas votivas restauradas, es el perfecto punto para descansar y refrescarse.

















Acostumbrada a Marruecos, Luxor me pareció muy diferente, mucho menos occidentalizado. Los hombres suelen llevar chilaba, las mujeres van tapadas y con ropa tradicional. Muy curiosos me parecieron los veteranos hombres anglosajones que se visten como los locales y pasean con cara de felicidad entre el polvo de las calles junto a la ribera del Nilo. Me sorprendió también un gran número de negocios con carteles en alemán, por lo visto, hay bastantes germanos que se asocian con locales para emprender. Los años 30 en Luxor y Agatha Christie.-El boom de la arqueología egipcia tras el descubrimiento de la Tumba de Tutankhamon por Howard Carter hacer de Luxor un paraíso para los nostágicos de esta época. El hotel Winter Palace es uno de estos edificios realizados en plena efervescencia del turismo británico de los años veinte-treinta y el marco en el que Howard Carter y Lord Carnavon difundieron el hallazgo de la tumba del faraón más universal. Visitar este hotel es una vuelta a ese mundo perdido. Los jardines son preciosos y en el interior, los cuadros orientalistas, el mobiliario, la decoración y hasta una biblioteca de la época, nos hacen revivir ese otro tiempo. Visitar la casa de Carter también transporta a otro momento y a otra vida. El paseo por la casa termina en la réplica de la tumba del faraón en la que se exponen fotografías de cómo se encontró la tumba el investigador.
winter palace, foto alamy




Tuve la suerte de contemplar el barco auténtico que se ha utilizado en varias ocasiones para rodar "Muerte en el Nilo", el conductor de mi barca me lo señaló mientras cruzábamos de una orilla a otra, me dijo que era el primer barco francés de la zona, pero luego me enteré de que se trataba de "Steam Ship Sudan, SS Sudan", fue Thomas Cook el que tuvo la visión de comenzar a realizar cruceros fluviales a partir de 1869, cuando se inauguró el canal de Suez. Padre e hijo Cook desarrollaron tanto la industria hotelera de la zona - edificaron el fabuloso Old Cataract de Sudán en 1899 y colaboraron también en el Winter Palace de Luxor, inaugurado en 1907-, como la red de cruceros, creando un destino turístico que no ha dejado de ser apetecible más de un siglo después. Fue en 1933 cuando Agatha Christie viajó en este barco acompañando a una misión arqueológica a su marido. Este barco ahora es de superlujo y, ya no volví a coincidir con él durante mi estancia 



Muy emocionante estar en la residencia de Howard Carter mientras investigaba sobre Tutankhamon,  la reproducción de la tumba del faraón se completa con fotos de como se encontró el ajuar de enterramiento. 

LOS VALLES.- En pleno desierto tebano, pero muy cerca de la ciudad, están los Valles de los Reyes, de las Reinas, de los Nobles, de los artesanos (Deir-el-Medina)... A causa del covid, el turismo no era muy fuerte. Tuve el gran privilegio de visitar prácticamente sola muchas de las tumbas y de pasear entre ellas como si estuviera descubriendo yo misma por primera vez estos hipogeos. El único inconveniente es evitar dar propina a cada encargado de guardar la tumba. Algo que se hace realmente molesto. Finalmente, en Deir-el-Medina decidí dar propina a uno de ellos y así conseguí que los otros no insistieran.






EL TEMPLO DE HAPSHEPSUT.- Otra parada obligatoria. Precioso templo al que hay que contemplar con detalle. Me encantó la capilla de Hathor y debo reconocer que si no hubiera estado acompañada por arqueólogos, hubiera pasado por alto mucha iconografía interesante, sobre la vida, las relaciones comerciales, la política y, por supuesto, las prácticas religiosas.


















COLOSOS DE MEMNÓN.  Representan al faraón Amenhotep III, de la XVIII dinastía, en la entrada a lo que fue su templo funerario. En época de Estrabón  se decía que se les oía "cantar" al amanecer. Parece que un terremoto había dañado a las estatuas y por las grietas, al pasar el aire, se escuchaba un sonido.  El emperador romano Septimio Severo las restauró en el SIII d. C., perdiéndose este particular silbido. En la actualidad, se han recuperado muchas más estatuas de este complejo que en su momento fue mayor incluso que el templo de Karnak. Por la noche, con el fondo de pequeñas lucecitas de la montaña tebana y la luz dorada que se refleja en los colosos, la sensación de transportarse a otro tiempo invade al visitante. De día, el encanto se pierde un poco.




MUSEOS.-     Aparte de los templos, monumentos, tumbas, etc. en Luxor se pueden visitar varios museos. El de la momificación es pequeñito pero interesante, el de Luxor, está montado mucho más moderno y, por supuesto, destacan las piezas que se guardan en él. Me gustó mucho la zona de enterramiento, varias momias se disponen en espacios individuales rodeadas de parte de su ajuar, a los que se accede por unos escalones. La luz es baja, para una mejor conservación, y contribuye a un ambiente de solemnidad. Me parece muy acertado el aporte de dignidad que merecen estos cuerpos extraídos de su descanso para entretener nuestra mirada. De alguna manera se les devuelve el respeto a sus antiguas creencias.









 COMIDA.- La comida egipcia me gustó mucho, no hay tanta variedad en verdura como en otros países pero hay pescado de río, carne variada (desde cordero a paloma), ensaladas de todas clases, postres y frutas, entre estas, el pequeño plátano local está riquísimo, y los jugos de frutas que se ofrecen son naturales y excelentes, como el de fresa, el de mango o el de guava (una especie de pequeña pera). En los apartamentos de la misión contábamos con un cocinero egipcio que variaba mucho el menú. La salsa de berenjenas -baba ganoush- no es sólo típica de aquí, se toma en Siria, Líbano y otros países árabes, también se suele acompañar la comida con humus. Se usa mucho el curry. Me llamó la atención cómo se elabora el arroz de acompañamiento, al que se añade también fideos cabello de ángel y curry, queda muy saboroso...La pimienta es una de las especias mejores para comprar en los herbolarios, otra especia que no conocía es la nuez de dátil en polvo, la usan para endulzar la leche o para aderezar cualquier otro plato. Entre las comidas que más me llamaron la atención en uno de los restaurantes de Luxor fue la hamburguesa de carne de camello. Un bocadillo muy parecido al kebab es el sawarma.
Tantas cosas que ver. Imposible verlas en un sólo viaje. En Egipto hay que tener cuidado donde pones los pies porque seguro que hay algo debajo y no va a ser pequeño.

Natalia Molinos


Comentarios

  1. Fantástico escrito y maravilloso viaje ! Qué aventurera ! Me han entrado muchas ganas de ir. MMN

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