Verdades pintadas, "El mar de Sorolla con Manuel Vicent" en la Fundación Bancaja
Contemplar el mar tiene algo fascinante e hipnótico que hace imposible el concepto de aburrimiento. Sentir sobre la piel el calor del sol, el frescor del agua, la sal en la boca, el arrullo de las mareas, envuelto todo en los azules del cielo y el mar que lo refleja. Mirar una obra de Sorolla de la exposición El mar de Sorolla con Manuel Vicent es transportarse uno mismo a la escena que ofrece. Nos llegan las sensaciones físicas y también los sonidos de las risas, las conversaciones, el batir de las olas, las salpicaduras de espuma, el frufrú de las telas movidas por el viento... Inevitablemente, los recuerdos surgen y entendemos entonces los textos del escritor valenciano Manuel Vicent que se acercan a nosotros de tanto en tanto, como las olas en las pinturas de Joaquín Sorolla, memorias que llegan hasta la orilla de estos cuadros. Vivencias personales, que son también las del espectador de la exhibición, evocadoras de épocas pasadas, del encuentro familiar, de los primeros descubrimientos de la vida... Párrafos tan claros como la luz de las pinturas, que nos cuentan lo que se ve, lo que se vió, la verdad que siempre quiso pintar Sorolla.

Me imagino un Sorolla niño atrapado para siempre en la mirada del mar. Un mar vivo, vibrante, lleno de niños jugando por la orilla o dentro del agua, con enérgica alegría, bajo la blanca luz mediterránea. Sorolla mira la playa, la plasma en sus lienzos con brochazos seguros, con la rapidez necesaria para no perder el brillo de la humedad sobre los cuerpos, la luz que incide sobre el blanco de los vestidos de las mujeres elegantes, sobre las velas de las barcas de los pescadores y las blusas de las pescadoras. Sorolla mira y pinta las diferencias entre el mar, la vida, de los humildes y la de los pudientes. Hay niños que trabajan mientras otros juegan. Hay chozas cerca de hoteles. Hombres que trabajan duro en la mar, mujeres que pasean indolentes...
Entre los cuadros, encontramos algunos tan tan conocidos como Niño con balandrito, Recién salidos del mar, Paseando por la playa,... y otros menos vistos que impactan por su colorido, temática o destreza. También podemos disfrutar de apuntes rápidos y bocetos -como el preparatorio de Triste herencia-, que ayudan a entender la técnica del maestro.
Llaman la atención obras sin personajes, como Mar de Jávea, una marina en la que se prescinde de la orilla:

Obras que provienen del Museo Sorolla, la Fundación Museo Sorolla, la Fundación Bancaja, la Diputación de Valencia, la Colección Hortensia Herrero, y otras colecciones particulares.
La exposición se completa con fotografías en las que vemos al artista en plena faena, testimonios de la pasión por su trabajo, su fascinación por captar lo que ve en cada momento, por pintar.
Anónimo. Joaquín Sorolla pintando Niños en la playa. El Cabañal (Valencia), 1916 |
Sorolla, como el mar, como las olas infinitas, seduce y fideliza nuestra mirada haciéndonos conscientes de la belleza que se extiende ante nosotros, la naturaleza cotidiana que damos por sentada y que él sabe plasmar con pinceladas de verdad luminosa.
Comentarios
Publicar un comentario