JUGANDO CON LOS RECUERDOS





JUGUETES EN LA CASA BARDÍN


La exposición JOGUETS en la Casa Bardín, es un conjunto de sensaciones antiguas, presentes y futuras. No sólo vienen a la cabeza recuerdos de la infancia personal de cada uno (yo soy de las Nancys, las Leslies y los Barriguitas…), recuerdos de madres y padres, de abuelos y abuelas, recuerdos entrañables de vida familiar, sino que también relata una parte importante de nuestra historia económica y de pervivencia , porque hay algo verdaderamente notable en cómo los alicantinos han sabido transformarse cuando la necesidad lo ha requerido, para convertir una industria en un momento de declive, en una próspera vía de negocio hasta colocar al juguete alicantino en un lugar de honor durante muchas décadas, enfrentándose continuamente con los retos de saber estar a la altura de las nuevas sociedades, los nuevos gustos, las nuevas tecnologías –que tanto atrapan a los más pequeños- y la competencia internacional.

Sólo quedan unos días para disfrutar de esta muestra que ha sido comisariada por Queru Blanco y Pilar Tébar, directora y subdirectora del Departamento de Revistas del Instituto Gil-Albert. Han escogido 217 piezas de juguetes realizados desde el SXIX traídos desde los puntos neurálgicos de la industria juguetera de la provincia: Denia, Ibi, Onil, fabricantes con marcas tan conocidas como Famosa, Feber, Rico, o Payá, de éste último se incluye el primer tren eléctrico español de 1930 que ahora forma parte de una colección privada. También se puede encontrar en la exposición la casita reproducción del propio edificio Bardín donde se aloja actualmente el Instituto Gil-Albert, y que realizó su propietario René Bardín para su ahijada Rosario Guardiola en los años 20 del siglo pasado.

El planteamiento expositivo dispone de forma muy acertada todos estos juguetes en compartimentos realizados con estructuras de pino recubiertas con material plástico transparente (en vez de cristal), una idea original y económica que demuestra que se pueden realizar montajes a un bajo coste, sin renunciar ni al carácter museístico ni al estético. En el interior de cada estructura, porespán blanco recortado de forma ondulado funciona como estantes para los objetos, agilizando la visión de los diferentes objetos lúdicos. La entreplanta de la Casa Bardín se ha dedicado al tren eléctrico de 1930, con multitud de detalles de pasos, casitas, puentes, que hacen las delicias de niños y grandes, especialmente si se tiene la suerte de coincidir en la visita con el propietario, que lo pone en marcha.

La exposición combina sabiamente lo lúdico con lo histórico. Podemos encontrar desde piezas de latón y muñecas peponas hasta cocinitas, coches y juguetes de los ochenta del ya pasado siglo. Disfrutando de la muestra comprobamos como la necesidad de jugar es inherente al ser humano, es una forma de aprender. Para un niño una manera también de habituarse a su futuro papel de adulto, de elegir incluso la profesión de su vida. Coches, trenes, muñecas, cocinitas…. Los géneros bien definidos a pesar del paso del tiempo y de los ordenadores, porque hasta los juegos de éstos, aparte de dotar a los niños actuales de habilidades tecnológicas que muchos quisiéramos para los adultos, se diferencian también por sexos o por los colores de sus carcasas. Sobre lo histórico, aparte de lo que se aprecia en los textos dispuestos en la muestra, por las tardes, un amable guía a disposición del público da más información sobre la muestra (además, en varios idiomas). El visitante también es obsequiado con un pequeño catálogo. Pero donde más se recaba información es en el número especial de la revista Canelobre, del Instituto Gil-Albert –una de las pocas publicaciones de investigación serias sobre la provincia- Con todo esto, conoceremos como la industria de la pasa en Denia estaba en plena decadencia y que la existencia de artesanos de la madera que empezaron a desarrollar de una manera más firme su tendencia a elaborar juguetes de este material acabó creando toda una industria próspera a lo que se unió el comienzo de una industria del juguete de hojalata por parte de los hermanos Ferchen, a esto se uniría la conversión de la villa de Ibi de talleres familiares a industria juguetera a partir del producto de hojalata hasta la fabricación de todo tipo de juguetes, con Payá a la cabeza, y la reconversión de los excedentes plásticos, y Onil, un municipio que se ha dedicado históricamente a la elaboración de muñecas (sin olvidar que esta industria en gran parte artesanal ha dado artistas de la talla de Polín Laporta o el internacional Eusebio Sempere formados en este ambiente).

En definitiva, una muestra amena y didáctica, que nos enseña sobre todo la capacidad de los alicantinos de sobreponerse a las circunstancias y encontrar nuevas posibilidades de negocio –de vida- partiendo de industrias agotadas. Todo un desafío y una lección que en estos tiempos de crisis deberíamos de considerar.

Natalia Molinos

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