IGÉS Y JEREZ. HOMENAJE A JOHN CAGE DENTRO DEL XXVII FESTIVAL DE MÚSICA CONTEMPORÁNEA

IGÉS Y  JEREZ. HOMENAJE A JOHN CAGE DENTRO DEL XXVII FESTIVAL DE MÚSICA CONTEMPORÁNEA

Alicante se convierte cada año, desde hace ya veintisiete,  en el foco de atención de la música contemporánea internacional, algo que pasa prácticamente desapercibido en esta ciudad, a pesar del tiempo que viene celebrándose en ella. El festival está organizado por el Ministerio de Cultura y en él destaca la presencia de nombres internacionales y el emblemático número de obras que aprovechan para ser estrenadas en el evento –en esta ocasión una veintena.

Este tipo de música muchas veces no se entiende y, sin embargo, tiene una importancia mucho mayor de lo que se pueda pensar. Estos músicos vanguardistas son el futuro. Los sonidos en los que trabajan y que pueden parecer extraños, feos y hasta ridículos en ocasiones, en muy poco tiempo comienzan a aparecer incluidos en parte de bandas sonoras de películas, de spots comerciales, en los grupos de música pop…  Es decir, son asumidos con normalidad por todos.   El rey de esta música atonal, el precedente más claro, es el músico norteamericano John Cage. Cage sacudió la cultura de su país y la del resto del mundo realizando un concierto en directo en televisión con el sonido de una cafetera hirviendo, las tapas de las ollas y otros instrumentos de la cocina. Mientras el público se reía, sin ofender a Cage que lo tomaba con naturalidad, se estaba produciendo un gran cambio de mentalidad no sólo en la música, también en el arte y, como no, en la sociedad. Porque los cambios artísticos a veces se adelantan y, otras, van de la mano del momento en que se vive.

Esta edición del Festival de Música en Alicante ha sido mucho más efectiva en su llegada al gran público, gracias a una mayor difusión  -por fin- en los medios, y una buena selección de múltiples lugares para los conciertos y eventos, como el recién inaugurado auditorio ADDA, o la inclusión de performances en ambientes hasta ahora limitados a sus propios contenidos, como las que se han realizado en Los Pozos Garrigós, en relación a la importancia que en este lugar siempre ha tenido el agua, o la de Concha Jerez y José Iges en el MACA –Museo de Arte Contemporáneo de Alicante- que consigue retrotraernos a la más pura tradición de la música vanguardista en su homenaje a John Cage. Como el propio Cage, música y arte se entrelazan en esta performance realizada el viernes 23 de septiembre en el MACA.

La pieza 4’33’’ de Cage es una de sus más emblemáticas obras. En ella resalta la importancia que tienen los momentos de silencio, y está fue pieza  escogida por Iges y Jerez para homenajearlo en Traslaciones de 4’33’’. Rodeados los artistas por el público asistente,  comienza la performance en la planta baja del Museo, desde donde Jerez comienza a subir la escalera hasta el segundo piso seguida de una cohorte de atentos espectadores. En la planta dedicada a Juana Francés, primero -entre el silencio respetuoso y algo estupefacto de los espectadores- camina con pasos bien calculados y portando un reproductor portátil que cuenta en alemán y español. Después, con la misma parsimonia, saca una cinta métrica y va midiendo aleatoriamente: de la pared al suelo, del marco a un espectador, de ella misma a otro individuo… 15 centímetros, 41 centímetros… De nuevo en marcha, con todos siguiéndola detrás,  baja a la primera planta. La grabación sigue contando, la Performer se mezcla de nuevo entre el público para interpelar a alguien en concreto ¿por qué la muerte? ¿por qué la vejez? Preguntas incómodas que nos hacemos todos en la intimidad pero nos desagradan escuchar en voz alta, quizás por eso nadie se atreve a contestar… Continúa la performance, de nuevo a la planta baja. Junto a columna colgante de Sempere, Concha Jerez, como un prestidigitador nos muestra una baraja para elegir una carta, viene hacia mí, entro en el acto representado, actúo y elijo una de las que me ofrece, es un siete de copas, no me atrevo más que a señalarla, la Performer lee la palabra escrita “Entonces” y la arroja al suelo al puñado que ha ido formando con las demás que ya han pasado por ese trance…, Otra vez el público tiene que descubrir el significado tras “Quien”, “todavía”, “casi siempre”… palabras que quieren contar una historia que queda en silencio. En nuestro silencio, nuestro pensamiento, nuestra imaginación está guardada.

Va terminando el acto. Vamos al auditorio, en la planta sótano del edificio. En el estrado, tubos de distintos materiales, plásticos, papel, son enrollados y desenrollados mientras escuchamos el sonido que ofrecen al desplegarse, arrugarse, doblarse, romperse. Sonidos desaprovechados por su cotidianidad destacan en la sala mientras se siguen oyendo contar  en alemán –e incluso una graciosa versión alemana de la internacional cantada por una niña y con ritmos discotequeros. Tras envolverse en los celofanes a manera de crisálida, la Performer sale de la misma rompiendo dramáticamente su envoltorio. Unos segundos tarda el público en comprender que, ahora sí,la actuación ha finalizado.

La belleza de los sonidos cotidianos, de lo inane, la belleza y la importancia de los momentos realizados a diario  y que componen nuestra vida. Las preguntas poco a poco, casi sin querer, en equilibrios entre la seriedad y lo cómico, pero que finalmente se nos plantean al ser testigos de toda la actuación  ¿Cuántos pasos habremos dado al final de nuestra vida? ¿Junto a cuántas paredes habremos pasado? ¿Cuántas escaleras habremos subido y bajado? ¿A cuánta distancia hemos estado y estamos de otros seres humanos?
Por encima de la estética, las cosas sencillas, cotidianas, forman gran parte de nuestra vida, nos conforman en nuestro ser diario ¿somos conscientes?

Y esta es la labor del artista y del arte: hacernos reflexionar a través de su trabajo. Iges y Jerez lo han logrado.




Natalia Molinos
Historiadora y crítica de arte

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